Fueron conducidos al Palacio donde se hallaban los soberanos, los encontraron en una gran estancia sentados bajo un rico dosel ceremonial de paño y oro. Y en medio de esta tela real destacaba un escudo dividido con las armas de Castilla y Aragón.

De esta manera describen los embajadores ingleses llegados a Medina del Campo para negociar el matrimonio de Catalina con el heredero al trono inglés la estancia donde les recibieron los Reyes Católicos en su palacio medinense. Hoy solo nos quedan un buen puñado de referencias a estas solemnes y evocadoras estancias que constituían la visibilidad más clara del poder real.

Pintura historicista de Víctor Manzano y Mejorada (1860) que muestra a los reyes impartiendo justica en el Salón del Trono.

Como es de suponer estas estancias estaban presentes en todos los palacios reales y así el de Medina del Campo no era una excepción, sino que guardaba una sintonía con otras residencias palaciegas que acogieron a los soberanos. La tipología de estos singulares edificios ha sido estudiada por el profesor Rafael Domínguez Casas en su obra “Arte y etiqueta de los Reyes Católicos” y en ella detalla como estos palacios solían disponer de una Sala Real, Sala Rica o Salón del trono con una función bastante bien delimitada.  En esta estancia tenían lugar las grandes ceremonias, las recepciones solemnes a las embajadas (tal y como hemos visto en la cita que encabeza este artículo), los banquetes oficiales o las audiencias públicas que todos los viernes del año ofrecían los soberanos a sus súbditos. Se trataba por tanto de uno de los lugares de aparato y visibilidad del poder real. Apunta el profesor Domínguez Casas que esta sala también era el lugar destinado a los “velatorios de difuntos de miembros de la Familia Real” por lo que bien pudo ser este el lugar donde fue velado el cuerpo de la reina Isabel antes de partir para Granada sustituyendo a la Capilla Palatina “por motivos de espacio y ceremonia”.

Debemos pensar que esta estancia tan especial debía contar con una guardia y custodia también muy especial. Los llamados “porteros de cámara”, elegidos entre los hombres de máxima confianza e inquebrantable fidelidad a los monarcas católicos. Eran los encargados de vigilar y proteger este espacio, estando presentes de igual modo en las puertas de entrada al recinto palaciego.

Las reseñas que nos hablan de esta estancia en el Palacio Real de Medina del Campo son diversas, una de ellas es la ya mencionada, sacada de la crónica escrita por el inglés Roger Machado sobre la embajada que en nombre del rey Enrique VII arribó a tierras castellanas para negociar el matrimonio de la hija pequeña de la reina Isabel con el hijo del rey de Inglaterra. De igual modo la propia reina Católica hace mención a esta singular estancia de su palacio medinense cuando en una carta fechada en 1503 ordena un pago de 70000 maravedíes al obrero mayor y contino de la corte Pedro de Malpaso “para los él gaste en las obras de la Sala de mis Casas de la villa de Medina del Campo”. Es revelador que en la citada carta la reina no especifique en que sala han de intervenir dando por supuesto que la Sala con mayúsculas de su palacio era sin lugar a duda la Sala del Trono.

Las referencias a esta sala no acaban aquí, algo más de 70 años después de morir en este Palacio la reina Isabel se proyectó aprovechar el ya destartalado edificio real para alojar en él la casa del peso o alcaicería. Por ello en 1575 se elabora un plano del nuevo edificio que habría que estructurarse sobre el viejo palacio, evaluando probablemente que espacios se podían aprovechar y que espacios no. Pues bien en el plano puede observarse que al referirse a una zona muy concreta del edificio se habla de la “sala real vieja que está para se caer”.

Son sin duda un ramillete de referencias que nos hablan de uno de los lugares más significativos de este singular edificio donde el poder real se hace presente a través de esta sala de aparato y representatividad que no podía faltar en un edificio de estas características y que en el caso del Palacio medinense sus referencias como hemos visto son numerosas.

Arturo, Príncipe de Gales. Una embajada inglesa llegada a Medina del Campo negoció su matrimonio con la hija más pequeña de los Reyes Católicos siendo recibida en el Salón del Trono.

Por Felipe López Pérez.

Historiador del Arte y gestor cultural.

BIBLIOGRAFÍA

DOMíNGUEZ CASAS, Rafael. Arte y etiqueta de los Reyes Católicos. Artistas, residencias, jardines y bosques. Editorial Alpuerto. 1993

DOMÍNGUEZ CASAS, Rafael. La Casa Real de Medina del Campo (Valladolid), residencia de los Reyes Católicos. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Num. 78. 1994

ZALAMA RODRÍGUEZ, Miguel Ángel. Juana I. Arte, poder y cultura en torno a una reina que no gobernó. Centro de Estudios Europa Hispánica (CEEH), 2010.