Monumento a Beatriz Galindo en Madrid.

El patronazgo femenino de edificios religiosos ha sido una práctica muy habitual a lo largo de la historia, pero son más escasos los ejemplos de mecenazgo de aquellas obras con fines sociales costeadas por damas de origen más humilde. Beatriz Galindo “La Latina” destacó por ello en Madrid a principios del siglo XVI. 400 años más tarde, tuvo su homenaje póstumo en Medina del Campo.

Presidiendo el patio de armas del castillo de la Mota de Medina del Campo (Valladolid) destaca una portada que sorprende al espectador, así como una escalera lateral llamada de honor, ambas con reminiscencias del gótico isabelino. Estas piezas son copias hechas en 1942, pero su verdadero origen no está en esta villa, sino en el castizo barrio de La Latina en Madrid. Este lugar debe su denominación al hecho de estar asentado sobre unos terrenos pertenecientes a Francisco Ramírez de Madrid (conocido como “El Artillero”, pues desempeñó este oficio para Fernando el Católico como capitán general) y su esposa Beatriz Galindo, llamada “La Latina”.

Los orígenes familiares de esta mujer salmantina son dudosos, aunque el escritor coetáneo Gonzalo Fernández de Oviedo asegura que era hermana de Gaspar de Gricio, secretario y notario de la Corte de los Reyes Católicos quien, entre otros documentos, recogió el dictado del testamento de la reina. Así habla de ella el citado escritor en sus Batallas y quinquagenas (1555): “Esa misma Latina fue Beatriz Galindo, la qual fue vna sancta mujer, e seyendo doncella e natural de la çibdad de Salamanca, hija de vn hidalgo llamado […] de Grizio, honesta e virtuosa, adornada de virtudes, informada la Reyna Cathólica doña Ysabel de su persona e onestidad, e que era gentil latina, la quiso tener a par de sí en su cámara, porque enseñase a su Alteza la lengua latina…”

Parada de metro en la plaza donde estuvo el hospital de La Latina (Madrid).

Su inclinación natural para el estudio, así como su temprana formación (incluyendo la lengua latina, de donde viene su sobrenombre), llevaron a su familia (hidalga, pero venida a menos) a planear un futuro como religiosa para Beatriz: la educación adquirida en latín y música permitía rebajar la dote a la hora de profesar en un convento, hecho que ayudaría a solventar los problemas económicos familiares. Aunque posiblemente este fuera el móvil que impulsó a los padres de La Latina a dar esa esmerada educación a su hija, es cierto que Beatriz destacó pronto por el dominio de la citada lengua y de la griega, así como por su producción literaria, de la cual sólo nos han llegado noticias aisladas sobre su poesía (en latín y en castellano) y sus comentarios a la obra de Aristóteles.

Sin lugar a dudas, esto debió llamar la atención de la reina Isabel la Católica, quien en 1486 convocó a Beatriz a la corte para que trabajara a su servicio. En la actualidad hay una cierta controversia en los estudios sobre La Latina y su verdadera labor junto a la reina, pues a pesar de que la corriente más aceptada (y citando al propio Fernández de Oviedo) indica que Beatriz Galindo ejerció como profesora de latín, hay estudios recientes que argumentan que sólo fue criada y camarera de Isabel. Sea como fuere, lo verdaderamente importante del caso de Beatriz Galindo es que fue precisamente gracias a su refinada cultura por lo que pudo experimentar un increíble ascenso social: pasó de ser una posible novicia humilde a una dama de la corte de Isabel para acabar finalmente como una viuda acaudalada y terrateniente con gran influencia sobre la villa de Madrid.

La decisión de la reina Isabel de casarla en 1495 con un buen partido, como era el citado capitán viudo Francisco Ramírez de Madrid “El Artillero”, respondía a la política real de rodearse de una nobleza media adepta y fiel a los monarcas. Este personaje, que protegió siempre los intereses de los Reyes Católicos (ya fuera en la Guerra de Sucesión contra Juana “La Beltraneja” como en la reconquista de Granada), fue acumulando en vida una serie de títulos y riquezas que a su muerte gestionaría sabiamente Beatriz Galindo. De nuevo la controversia está servida respecto a este matrimonio, pues hay estudios que argumentan que su primogénito, llamado Hernán (o Fernando), posiblemente fuera hijo bastardo del rey Católico con La Latina (se sabe que fue su padrino y siempre lo protegió). Polémicas aparte, lo cierto es que los reyes tuvieron en alta estima al matrimonio: valgan como ejemplos la generosa dote que la mismísima reina aportó para el matrimonio, que Fernando nombrara a Ramírez capitán de artillería y regidor de Madrid o que Galindo fuera una de las elegidas para acompañar el cortejo fúnebre de la reina desde Medina del Campo hasta Granada en 1504.

Portada original de La Latina en Ciudad Universitaria (Madrid).

Beatriz Galindo siguió sirviendo en la corte tras el enlace, pero al enviudar en 1501 (Francisco Ramírez murió en combate durante la revuelta mudéjar de Las Alpujarras) se vio obligada a administrar el vasto patrimonio madrileño de su difunto esposo y los mayorazgos de sus hijos, Hernán (citado anteriormente) y el pequeño Nuflo o Ñuflo (derivado de Onofre), llamado así por la devoción de El Artillero a este santo. La lucha y los pleitos (en los que medió Fernando el Católico defendiendo los intereses de Beatriz) por mantener la posición social adquirida, así como su influencia política en la villa madrileña, fueron una constante hasta su muerte en 1535. Es en este periodo vital cuando La Latina despunta por su labor como mecenas de fundaciones religiosas y de labor social en Madrid, así como de promotora de mejoras urbanísticas en el barrio que hoy lleva su nombre.

 

Beatriz Galindo no sólo edificó en unas antiguas casas y terrenos de su esposo dos conventos concepcionistas (uno de jerónimas y otro de franciscanas), sino que continuó con la obra que se había comenzado en el año 1500 gracias a una bula del papa Alejandro VI: el Hospital de la Concepción de Nuestra Señora (llamado popularmente de La Latina), entre la plaza de la Cebada y la calle Toledo. Según las mandas testamentarias de El Artillero: “Por quanto yo tengo comenzado a hacer y edificar una casa para Hospital […] porque a Nuestro Señor plega perdonar mis culpas y pecados y de Beatriz Galindo, mi mujer: quiero y mando que el dicho hospital se labre de las piezas de salas, enfermerías, capilla y otros edificios, según la muestra que de él tiene maestre Hazan, moro, que tiene cargo de lo hacer”.

El conjunto conventual-hospitalario estaba pensado en origen para hombres y mujeres, pero en las constituciones del mismo que acabó redactando Beatriz, finalmente fue sólo masculino, para doce personas pobres, y estaba atendido por cinco beatas mayores de 40 años, un médico, un cirujano, un boticario (su botica tuvo gran fama en la época) y un despensero. Contaba además con una sección para atender a seis sacerdotes o gentes más pudientes.

A pesar de la inteligente gestión patrimonial y de mecenazgo de Beatriz, no pudo evitar que sus hijos dilapidaran la fortuna de sus mayorazgos y al fallecer éstos, sus nueras pleitearan tanto con ella como entre ellas a su muerte. El 23 de noviembre de 1534 La Latina dictó testamento en sus dependencias privadas dentro del hospital, muriendo al año siguiente. En él pedía ser enterrada de forma sencilla en el coro bajo su monasterio de la Concepción Jerónima, a pesar de haber encargado en vida unos lujosos sepulcros para ella y su esposo en alabastro (atribuidos a la escuela Gil de Siloe o al cantero Hernán de Alviz). Estos son conservados hoy en día en el convento de las concepcionistas de El Goloso (entre Fuencarral y El Pardo), con el cuerpo incorrupto de Beatriz llevado allí antes de la demolición del hospital, y otra copia en el Museo de San Isidro (o de los Orígenes de Madrid).

Copia de la escalera del hospital en el Castillo de la Mota, Medina del Campo (valladolid).

El hospital de La Latina fue una de las instituciones benéficas más importantes de la villa y se siguió utilizando hasta 1899, momento en el cual se encontraba ya en muy mal estado de conservación. Fue derribado en 1904 debido al ensanche de la calle Toledo, y se pudieron conservar únicamente su portada (primero en un almacén municipal y desde 1958 en la Escuela de Arquitectura de la Politécnica, en la madrileña Ciudad Universitaria), su escalera (en el antiguo palacio de don Álvaro Luján, hoy Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, en la plaza de la Villa) y los sepulcros en las ubicaciones citadas anteriormente.

Gracias a documentos de la época, así como a fuentes gráficas posteriores (fotografías antiguas, un cuadro de Joaquín Sorolla de 1883 o un grabado de Ángel Fernández de los Ríos), se conoce con precisión el aspecto original de esta institución benéfica. Hay que recordar también que, como homenaje póstumo a La Latina y a El Artillero, en 1942 el Marqués de Lozoya (director general de Bellas Artes, fundador de la Asociación Española de Amigos de los Castillos y asesor en la reconstrucción del interior del Castillo de la Mota de Medina del Campo) quiso llevar la portada al patio de armas de la citada fortaleza, pero al ser un proyecto inviable, recurrió a la realización de una copia precisa, así como de su escalera (gótico flamígera).

La elección de estos elementos para ornamentar el patio de armas del castillo no fue aleatoria, pues a ojos del marqués de Lozoya encajaban perfectamente con el discurso que buscaba para la restauración general del monumento: un estilo considerado como nacional y no exento de connotaciones políticas en la época (el gótico-mudéjar de época isabelina). La portada original, obra del alarife Hazán, está enmarcada por el cordón franciscano (hay que recordar que el hospital compartía iglesia con el vecino convento) que rodea su alfiz. Otro elemento típicamente mudéjar sería el arco apuntado de entrada, ligeramente de herradura. Sobre él se representa en bulto redondo el abrazo frente a la Puerta Dorada de San Joaquín y Santa Ana (tipo iconográfico para mostrar la Inmaculada Concepción de la Virgen) y a los lados a San Francisco de Asís y a San Onofre (patrón de El Artillero), además del escudo de Ramírez. En la copia colocada en el castillo se reprodujo hasta la inscripción fundacional de 1507, creando una especie de equívoco intencionado con la original.

Copia de la portada en el Castillo de la Mota, Medina del Campo (Valladolid).

Como conclusión hay que destacar que el legado de las fundaciones de Beatriz Galindo ha traspasado las fronteras del barrio de la Latina, reflejándose en lugares tan dispares como Ciudad Universitaria en Madrid o el Castillo de la Mota en Medina del Campo, sin olvidar que su legado cultural, gracias al cual pudo ascender socialmente a finales del siglo XV, tiene un valor universal.

Por Águeda Sastre Zamora

Historiadora del arte y músico

 

 

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