J. Segrelles. “Últimos momentos del Rey don Fernando el Católico (año 1515)”.

El 22 de enero de 1516 se firmaba las últimas voluntades de un rey que marcó el futuro de dos reinos; con él, moría la última oportunidad de mantener el apellido de los Trastámaras en una casa Real para dejar paso a los Austrias; con su muerte, comenzaron los enfrentamientos que darían paso a la Guerra de los Comuneros, al definitivo encierro de una reina legítima, a un rey extranjero, a un reino donde no se pondría el sol, …

Camino de Guadalupe: Inicio y final de un rey.

Fernando, sintiéndose enfermo y cansado, decidió emprender el camino hacia Extremadura para evitar los largos y rigurosos meses del típico invierno castellano. Un camino con paradas obligadas para acudir a algún acto protocolario. Alguno bastante curioso, como cuando aprovechando la estancia de su majestad en Plasencia le mostraron unos indígenas caníbales traídos del nuevo mundo; en esa misma villa acudió a la boda de su nieta doña Ana de Aragón -hija de Alonso de Aragón, hijo espurio del católico con Aldonza Ruiz de Ivorra i Alemany- o la corrida de toros con recepción en Trujillo entre otros porque, aun estando enfermo, las obligaciones regias no perdonaban al buen rey.

Emperador Maximiliano junto a su familia. Destacan los tres nietos de Maximiliano. Abrazado por su abuelo aparece Fernando, en la zona central Carlos y junto a él María. Bernhard Strigel.

A la hora de emprender su viaje ya llevaba enfermo más de dos años y medio soportando momentos de mejoría y de agravamiento de sus dolencias que, incluso en varias ocasiones, le hicieron temer por su vida obligándole a redactar varios testamentos y no iba a ser diferente durante ese último viaje lleno de recaídas y mejoramientos. Seguro que se sintió aliviado cuando desde Cazalegas envió carta muy cariñosa a su nieto Fernando para informarle de la mejoría pero que lamentablemente no tuvo una larga duración.

Los últimos meses de vida podemos caracterizarlos como de gran dureza para nuestro rey obligado a enfrentarse a un dilema transcendental: A quién dejarle la corona de su reino. Con una hija sin interés por gobernar, un hijo que no llegó (Fernando se casó con Germana de Foix para intentar tener un hijo varón que heredase la corona de Aragón y así separar Navarra y Aragón del reino de Castilla, pero el hijo que dio a luz Germana falleció a las pocas horas de nacer) sólo le quedaba debatirse entre dejar el gobierno a su nieto Carlos, que nunca había pisado los reinos hispánicos y que previsiblemente pondría el reino en manos de extranjeros con el consiguiente riesgo para los intereses de Aragón y Castilla o, por el contrario, cedía su gobierno a Fernando, hermano menor de Carlos que fue criado por su abuelo aragonés, que conocía los intríngulis e idiosincrasia castellana y que contaba con el apoyo de los nobles pero que en contrapartida podía suponer el inicio de un conflicto bélico que ponía en riesgo la labor emprendida por Isabel y por él.

Lamentablemente su estado de salud se agravó rápidamente. Las preocupantes noticias se fueron extendiendo por todo el reino y como buitres al olor de la carroña muchos nobles se apresuraron a acercarse a Extremadura, entre ellos Adriano de Utrecht con la intención de velar por los intereses del joven Carlos que veía su corona amenazada (hasta Flandes habían llegado los rumores de que el Rey iba a dejar el gobierno en manos del infante Fernando en tanto y cuanto Carlos no pisase Castilla, rumores basados en los dos últimos testamentos firmados por el monarca en 1512 y 1515). Adriano quería que todos los títulos, Ordenes Militares, rentas y poderes recayeran en Carlos sin la mínima cesión al segundo hijo varón de Juana ya fuera temporal o permanentemente y que supusiera la mínima aspiración de Fernando de arrebatar la corona a su hermano mayor.

Retrato de Adriano de Utrecht por Jan van Scorel, 25 de mayo de 1523. (Centraal Museum, Utrecht, Países Bajos).

Queriendo llevar un viaje más tranquilo, alejado de la pesada carga que suponía viajar con una inmensa comitiva, envió a la mayor parte del sequito (incluido Adriano) a Guadalupe mientras que él escogía una ruta menos frecuentada lo que como contrapartida le apartaba de las comodidades de las grandes urbes del momento.

Su precario estado de salud le obligó a detener su camino en Madrigalejo, donde sus sirvientes le convencieron de que permitiese al dominico fray Tomás de Matienzo le tomara confesión. Mucho trabajo para que el monarca entrase en razón pues tenía el convencimiento de que no fallecería hasta que Jerusalén fuera cristiano.

También se reunió con sus consejeros de mayor confianza para debatir sobre los asuntos tratados con Adriano semanas antes y de los que esperaba contestación en Guadalupe. Desde luego Adriano no era santo de su devoción como muestra el hecho de que cuando el enviado de Carlos se enteró del agravamiento de Fernando acudió raudo y veloz a Madrigalejo y tras anunciar el sirviente su llegada este respondió: “no viene sino a ver si muero. Decidle que se vaya, que no me puede ver”.

Aunque no se entrevistó finalmente con Adriano, sí que plasmó por escrito todo lo tratado con él a través de la redacción de su testamento unas horas antes de fallecer cambiando lo dictado en sus testamentos anteriores. Ese mismo día también escribió una carta a su nieto Carlos donde le solicitaba que siguiera las cláusulas de su testamento y donde también le comentaba que lamentaba no haberle conocido.

Es triste pensar cómo debieron de ser las últimas horas de vida de un monarca esperando su muerte inminente en aquella casa de Santa María en Madrigalejo, perteneciente al monasterio de Guadalupe, y como las casualidades se unen al monarca en esta última etapa de su vida.

La primera casualidad es que la tierra que le había visto iniciar su andadura como rey de Aragón le iba a ver fallecer: El mes de enero de 1479 (posiblemente el día 24 según Carbonell) llegaba una carta al monasterio de Guadalupe donde se encontraban los Reyes Católicos en plena campaña contra Portugal. Un escrito que anunciaba el fallecimiento del padre de Fernando el Católico ocurrido el 19 de enero tras no poder recuperarse de una caída a caballo mientras se encontraba de caza. Él, a partir de ese día, en ese monasterio, ya se debió de sentir como nuevo Rey de Aragón e iba a ser en un edificio perteneciente al mismo monasterio, aunque separado más de 50 kilómetros, donde su reinado acabaría al encontrarse finalmente con la parca el 23 de enero de 1516.

Sin embargo, la mayor curiosidad es el nombre del municipio donde fallece. Cuenta la leyenda que muchos años antes de su muerte un adivino le profetizó que moriría en Madrigal. El rey se cuidó mucho de no pisar suelo del municipio que vio nacer a su primera esposa, pero aquel adivino no debió de recibir bien la señal del más allá, pues olvidó incluir la parte final del nombre ya que falleció en Madrigalejo. 

El elemento más importante de la etapa final del monarca fue sin duda la redacción y firma de su testamento que marcaría el destino de sus dos nietos y, por ello, será tratado en otra entrada de blog.

Por Eva María Quevedo.

Directora de proyectos y gestora cultural.

Bibliografia

CALDERÓN ORTEGA, José Manuel. Universidad de Alcalá de Henares. El proceso de redacción del último testamento de Fernando el católico el 22 de enero de 1516. IX encuentros de estudios comarcales Vegas Altas, la Serena y la Siberia. 2017.

 

SÁENZ DE SANTA MARÍA VIERNA, Alberto. «el testamento del rey católico y la legítima aragonesa». RDCA-2015-2016-XXI-XXII.

 

Grimaldo, Polo de (1999). Elegía sobre la muerte del muy alto et muy Catholico príncipe et rey nuestro señor Don Fernando (1516). Edición, introducción y notas de G. Mazzochi. Zaragoza: Institución Fernando el Católico. ISBN 84-7820-480-6.