
Virgen de la Mosca. s. XVI. Anónimo. Colegiata de Toro (Zamora).
Fue muger muy esforçadísima, muy poderosa, prudentísima, sabia, honestísima, casta, devota, discreta, cristianísima, verdadera, clara, sin engaño’… ¿Quién podría contar las excelencias de esta cristianísima y bien aventurada reina, muy digna de loa por siempre? Allende de ella ser castiza y de tan nobilísima y excelentísima progenie de mujeres reinas de España, como por las crónicas se manifiesta, tuvo ella otras muchas excelencias de que Nuestro Señor la adornó, en que excedió y traspasó a todas las reinas así cristianas como de otra ley que antes de ella fueron, no digo tan solamente en España mas en todo el mundo, de aquellas por quien, por sus virtudes o por sus gracias o por su saber o poder, su memoria y fama vive, según vemos por escrituras, y muchas de aquellas por sola una cosa que tuvieron o hicieron vive y vivirá su memoria; pues cuanto más de vivir la memoria y fama de reina tan cristianísima, que tantas excelencias tuvo y tantas maravillas Nuestro Señor, reinando ella en sus reinos, por ella hizo y obró…
Andrés Bernáldez
Comenzaré este post confesando que mi primer contacto con el personaje de la reina Isabel, la Católica, se me presentó – como el de tantos escolares- durante mis estudios de educación primaria y secundaria. Estas primeras pinceladas históricas sobre quiénes fueron los Reyes Católicos y, en especial, la reina Isabel, tomaron posteriormente una magnitud considerable tras cursar la carrera de Historia del Arte. Durante esos años de carrera universitaria pude profundizar ampliamente en la vida y obra de la esposa de Fernando II de Aragón, no sólo desde el punto de vista artístico, sino también desde lo histórico y político. Pero el potencial de este personaje real traspasaba todos estos conocimientos académicos e iba mucho más allá de las numerosas páginas escritas en los libros sobre la Reina. Hasta que, finalizada mi licenciatura, el azar me llevo hasta Medina del Campo donde desde hace once años dedico parte de mi trabajo en el Palacio Real Testamentario, lugar donde murió la reina Isabel, lo que me permitió conocer su entorno histórico-artístico más sincero y personal.
Hoy acumulo por lo tanto unos cuantos años en este Palacio de Medina, un entorno gracias al que he podido continuar ampliando todos los conocimientos que ya tenía sobre la Reina Trastámara hasta ahora, con innumerables estudios desconocidos anteriormente por mí y que habían sido publicados por los historiadores más prestigiosos del mundo.

Escriba en el Codex Manesse (s. XIV). Biblioteca de la Universidad de Heidelberg.
A veces, cuando crees conocer bien la biografía de una persona, la pregunta más sencilla sobre su vida puede resultar ser la más difícil de responder de todas. Y en esa encrucijada me encontré hace años, cuando me planteé cómo había sido vista, con sus luces y sus sombras, la reina Isabel a finales del siglo XV y principios del XVI. Esa tesis me llevó a consultar nuevamente las fuentes de los antiguos cronistas, principalmente castellanos e italianos, ya que a ellos les corresponde la gran proliferación de escritos que tratan en profundidad sobre la vida de la descendiente de Juan II de Castilla. Y en todos ellos observé un común denominador: Isabel representaba la perfección; tanto la física, como la intelectual. Pero con cinco siglos de distancia es necesario encuadrar esta definición dentro de un marco histórico muy concreto, donde Castilla contaba como una de las grandes potencias europeas. Y esa definición común detallada en las crónicas reales es la que me ha llevado hoy a reflexionar sobre la exquisitez de la reina Isabel, la Católica, y titular este artículo entre signos de interrogación: ¿Perfecta Monarca?
En líneas generales, los cronistas de finales de los siglos XV y XVI coinciden sus notas al definir el físico de Isabel como angelical, dotándola de un rostro claro, cabellos rubios y ojos azules. Por otro lado, las crónicas reales solían destacar de su carácter la calidad moral de su espíritu, definiéndola como una buena mujer, bondadosa, aguda, de mucho seso y excelente ingenio. A estos adjetivos se le suman otros, tales como moderada, humana, pudorosa, prudente y un sinfín de calificativos laudatorios que continuaban halagando y enalteciendo más su rango y persona.
Aunque no todas pudieran llevarse a cabo, cabe destacar que algunas de estas características personales aparecen reflejadas en las disposiciones de su testamento, lo que hoy nos hace entrever el carácter e intención de Isabel la Católica, política. Ello nos lleva a la conclusión de impecabilidad de la Reina en cuanto a su concepción gubernativa, mostrándose como una mandataria tenaz, de palabra creíble y firmeza en sus decisiones. Su tesón reafirmaba el buen funcionamiento del gobierno, haciendo referencia a lo que consiguieron años atrás los RR.CC. y rompiendo los esquemas que habían predominado en los reinados que les antecedían.
Su apodo – o apellido, como así se refiere en las crónicas reales – no le acompañó nunca en vano. Se han escrito cientos de hojas alabando su gran fe y piedad cristiana. Según los cronistas, Isabel llevó una vida honesta, en la que siempre buscó rodearse del consejo cristiano, tanto en sus contiendas personales, como en las más puramente de índole profesional.

La reina Isabel la Católica, presidiendo la educación de sus hijos
Isidoro Santos Lozano Sirgo (1864). Museo del Prado.
En referencia a la unión política con el rey Fernando, también apellidado “El Católico”, los cronistas también narran ese lazo conyugal como el de “un matrimonio perfecto”. Pero esa perfección no sólo reseña el éxito de la unión de las dinastías de Castilla y Aragón, sino que también destaca el amor que Isabel profesaba a su esposo. La Reina era el paradigma de buena casada. Incluso, existen crónicas que enaltecen los celos de la reina, sin que estos llegasen nunca a desestabilizar el equilibrio de su carácter moderado. En este aspecto no entraré en detalle comparándolo con la concepción entendida a lo largo de la Historia o las culturas, en el que se escribieron las crónicas reales de Isabel de Castilla a las que me remito.
A pesar de todos los elogios descritos hasta ahora, a la vida de la esposa del rey de Aragón no siempre le acompañó la Gracia divina. En los textos reales también podemos ver que los infortunios no se olvidaron de acompañar a la reina a lo largo de su vida, siendo algo que ella no conseguiría nunca controlar, ni los cronistas podían modificar con eufemismos. A pesar del trascurso de los siglos, hablar del desconsuelo que sintió Isabel al perder a sus hijos o a su nieto. Cuentan las crónicas que este dolor fue tal que prácticamente llevó a la reina a un desgaste físico y psicológico total de su persona.
Estas líneas podrían alargarse modelando la figura de Isabel la Católica con una riqueza de adjetivos e innumerables comentarios detallados por los cronistas de su tiempo. Pero tampoco quisiera extenderme ni entrar en detalles sobre conceptos tan intangibles como los de perfección, excelencia o exquisitez. Así que, en definitiva, creo que para responder a la pregunta que inicialmente nos planteamos sobre si la reina Isabel, la Católica, fue una “perfecta monarca”, o no, deberíamos enfocar el axioma de “perfección” desde el único prisma común de la escribanía real de los siglos XV y XVI y situar, paralelamente el engroso de todos esos epítetos laudables justo en ese contexto histórico, político, religioso, cultural y social en el que tuvo que gobernar y vivir la Reina de Castilla. Pero, obviamente, eso supondría abrir otro debate.
Por Beatriz Calvo Checa
Historiadora del Arte
Bibliografía
VALDEÓN BARUQUE, J. Visión del reinado de Isabel la Católica. Ámbito. Instituto de historia de Simancas. Valladolid. 2004.
DEL PULGAR, H. Crónica de los señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón. Maxtor. Valladolid. 2011.