Este agosto se conmemora en Medina del Campo el V Centenario de la “Quema de Medina”. Desgraciadamente no se podrá hacer de la forma en la que estaba previsto, con multitud de actividades, desfiles y recreaciones, pero es un acontecimiento lo suficientemente importante como para que se pueda conmemorar en el futuro. De momento y con la modesta aportación de este artículo, trataremos de rememorar un momento histórico cuya resonancia llega hasta nuestros días.

El 21 de agosto de 1520, enmarcado en la Guerra de las Comunidades, Medina del Campo sufrió un grave incendio de manos de las tropas imperiales. Aunque este artículo no trata de este hecho específicamente, pero espero sirva para entender el momento histórico en el que tuvo lugar, el origen del movimiento y sus principales protagonistas.

Escultura de Juan de Padilla en Toledo

“Las Comunidades”

Cuando hablamos de la Guerra de las Comunidades, automáticamente se nos viene a la mente la terna: Padilla, Bravo y Maldonado. Su bien conocido final el 23 de abril en Villalar de los Comuneros es una fecha todavía presente en el calendario de los castellano y leoneses.

En primer lugar, sería interesante definir el término Comunidades. Este término aparece por primera vez en la carta escrita por unos monjes franciscanos de Salamanca en respuesta a la petición de los regidores de Salamanca que pedían su parecer en la preparación de las Cortes. Este documento resultó ser un programa concreto de reivindicaciones. Según Joseph Pérez en su obra “Los comuneros”, el término Comunidades se referiría en primer término a colectividades locales con responsabilidades en la vida nacional. Además, comunidad es el pueblo, el común. Se opondrá comunero a caballero. Finalmente, comunidad está ligada a bien común, opuesto a los intereses personales y dinásticos del soberano.

El soberano en este caso sería Carlos I, hijo de Juana I de Castilla y nieto de los Reyes Católicos.

Origen

La llegada de Carlos a Castilla procedente de los Países Bajos, tiene lugar en un momento de crisis política y económica. Tras la muerte de Felipe el Hermoso, su padre y del Rey Fernando, su abuelo, el cardenal Cisneros gobierna en ausencia de Carlos. Castilla necesita a su rey para restablecer la prosperidad y la paz deshechas a la muerte de la reina Isabel, aunque por desgracia, con su llegada, la situación en lugar de mejorar, empeoró ostensiblemente. Conociendo hoy lo que fue el reinado del emperador Carlos, cuesta entender la percepción que de él se tenía en Castilla. Era considerado un rey antipático, que no se interesaba por los asuntos políticos y muy interesado en nombrar a flamencos para ocupar los cargos más importantes de la Corte castellana. Y en este tenso ambiente, surge el conflicto.

Carlos es nombrado emperador del Sacro Imperio Románico Germánico, por lo que es necesario que vaya a Alemania a tomar posesión de su cargo. Para realizar este viaje y sufragar los gastos de la coronación, hace falta financiación económica que se busca aumentando las cargas fiscales. Esto, por supuesto, crea un gran malestar. Además, se plantea la incógnita de si Carlos será un rey que mire por Castilla o si Castilla será meramente una parte más del imperio. Por otra parte, es importante no perder de vista el conflicto del comercio de lana.

La lana castellana era exportada a Flandes, donde era transformada en tejidos que después se importaban aquí. De esa forma, como señala J. Pérez, todos los beneficios del proceso de transformación de la lana quedaban en los Países Bajos. La solución, como apunta Pedro de Burgos en su “Memorial”, sería que esa industria se estableciese en España.

En este clima de tensión, no es de extrañar que surgieran los primeros opositores al rey. Desde abril de 1520, Toledo, con el regidor Juan de Padilla a la cabeza, ya se muestra claramente contraria. Las peticiones que se hicieran a los procuradores reunidos en las Cortes de Santiago de Compostela en marzo no eran tolerables para muchos de ellos. En mayo, ya se producen sucesos violentos en Segovia y a partir de estos primeros meses, se fueron uniendo al movimiento las ciudades de Ávila, Segovia, Salamanca, Toro o Valladolid.

Villalar de los Comuneros. Valladolid.

Los acontecimientos se suceden rápidamente. En agosto la negativa de Medina a entregar su artillería a las tropas imperiales, provoca que la villa sea incendiada. En septiembre los procuradores comuneros se reúnen con la reina Juana en Tordesillas buscando su apoyo. En diciembre el ejército imperial derrota al comunero en la Batalla de Tordesillas, quien a su vez logra hacerse con Torrelobatón y su castillo en febrero de 1521.

De esta forma, llegamos al fin de la guerra con la Batalla de Villalar en las que los tres cabecillas, Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco de Maldonado son decapitados.

Toledo aún resistió unos meses con la brava María Pacheco, viuda de Padilla a la cabeza.

Interpretaciones

Como señala Joseph Pérez en su obra, el significado histórico de las Comunidades ha pasado por muchas interpretaciones. Desde la condena de la revuelta en los siglos XVI y XVII, hasta la interpretación romántica y liberal del siglo XIX. De este momento nos queda el famoso lienzo “La ejecución de los comuneros de Castilla”, obra de Antonio Gisbert Pérez.

Ya en el siglo XX, el doctor Marañón vio una “algarada feudal” (Pérez. Joseph, “Los Comuneros”) frente al poder absoluto y Maravall en su obra de 1963 con el título “Las Comunidades de Castilla. Una primera revolución moderna”, manifiesta su visión del conflicto.

Lo que está claro, es que independientemente del tiempo que haya pasado, este hecho histórico sigue suscitando reflexiones en la actualidad y que la figura de Padilla, Bravo y Maldonado sigue muy presente en nuestros días.

Por Loreto Sacristán Guijar.

Historiadora del Arte y Gestora Cultural.

BIBLIOGRAFÍA

PÉREZ, JOSEPH. “Los Comuneros”. (2001). Madrid: La Esfera de los Libros

 

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