Tras el famoso incendio de Medina del Campo en el contexto de la revuelta comunera y en medio del caos y la anarquía reinante en la villa de las ferias durante esos días, una figura sobresale entre los revoltosos: la figura de Fernando de Bobadilla, aquél que pasará a la historia como El tundidor Bobadilla.
Cenizas, escombros, rescoldos aún humeantes, llanto, ruina y desolación. Así amaneció Medina del Campo el 22 de agosto de 1520, la villa de las ferias había pagado caro su desafío al poder real, se había enfrentado a la autoridad de Carlos y esta era la funesta consecuencia.
El tundidorBobadilla (1853, Los mártires de la libertad española, vol I, El tundidorBobadilla). Fuente imagen: Wikipedia.
Esa triste mañana de agosto muchos medinenses se echaron a las derruidas calles y entre el humo, el fango y la destrucción sólo un pensamiento invadía sus mentes: venganza. Alguien debía pagar por todo esto, el rey Carlos estaba muy lejos, Fonseca había huido a Arévalo pero algunos medinenses se habían aliado con el enemigo, traidores a su villa y a la causa comunera se convirtieron en el objetivo público número uno en aquellas tensas horas. Y es aquí, en este ambiente de total anarquía, furia y desesperación en el que emerge la figura de Fernando Bobadilla, conocido popularmente como el tundidor Bobadilla. Este apelativo ya deja entrever su estatus humilde y el cariz popular que toma la revuelta comunera desde sus inicios.
Las crónicas de la época detallan como esa mañana se reunieron los regidores del concejo para analizar la situación, en ese momento la sala es invadida por el pueblo encabezado por el tundidor Bobadilla al grito de ¡mueran los traidores! Sin mediar palabra Bobadilla asesta una certera estocada al regidor Gil Nieto, tras la cual arroja su cadáver por las ventanas del concejo medinense. La situación no admitía medias tintas y los medinenses acusados de ayudar al enemigo son pasados a cuchillo.
Tras unos días de caos y desagravios las cosas se comienzan a serenar cuando llega a Medina del Campo don Juan Padilla con su ejército. En estas fechas está documentada la configuración de un gobierno local en el que participaba todo el espectro social de la villa: los caballeros, los regidores, el clero y el común (al frente del cual figura Fernando de Bobadilla). La revuelta comunera era un hecho en Medina del Campo y este gobierno local es prueba inequívoca de ello. También lo es el hecho de que cuando la Junta -la Junta o Santa Junta era una suerte de gobierno revolucionario que guiaba los designios de la revuelta comunera y actuaba como un gobierno al margen de la autoridad del rey Carlos- se instala unos días en Medina del Campo ratifica este concejo. De igual manera la Junta hace una especie de tabla rasa con todos los acontecimientos acaecidos tras el incendio, pero advierte que de aquí en adelante nadie se tome la justicia por su mano. Dicho en otras palabras: la Junta manifestaba su confianza en los representantes del pueblo y de alguna forma quedaba legitimado el asesinato de Gil Nieto.
Para desgracia del común medinense el liderazgo de el tundidor Bobadilla fue efímero. Semanas después de los acontecimientos narrados encontramos al aguerrido comunero en pie de lucha en primera línea de fuego contra el castillo de Alaejos. Las tropas comuneras no encuentran brecha en la fortaleza y tras días de batalla un envalentonado Fernando de Bobadilla es capturado por las tropas enemigas. Las tropas leales al rey Carlos acantonadas en Alaejos son conscientes de la pieza que acababan de conseguir y no dejan de aprovechar la ocasión para dar un escarmiento a los comuneros. El tundidor Bobadilla es ahorcado de las almenas del castillo para servir de escarmiento y amenaza para quienes osen alzarse contra el poder real.
Restos del Castillo de Alaejos.
Así acaba la historia de Fernando de Bobadilla, a pesar de lo efímero de su liderazgo su figura fue mitificada siglos después. Los liberales del siglo XIX que vieron en los comuneros unos referentes históricos en los que aposentar sus ideales recuperaron la figura de El tundidor Bobadilla encumbrándole y poniéndole a la altura de los grandes lideres comuneros. De esta manera aparece en la obra de Victoriano Ameller Los Mártires de la libertad española de 1853 dedicándole un extenso y laudatorio capítulo.
Curiosa historia para un modesto tundidor medinense, cuando el joven Fernando recortaba y recortaba los paños en agotadoras jordanas junto al rio Zapardiel nadie podía presagiar que el humilde tundidor acabaría liderando al pueblo medinense en medio del caos, moriría heroicamente al asalto de un castillo y sería encumbrado a la altura de un mártir laico más de 300 años después de su muerte.
Por Felipe López Pérez.
Historiador del Arte y gestor cultural.


