El Palacio Real Testamentario ¿es el reflejo de la identidad cultural de la Castilla del siglo XV?
¿Por qué nos preguntamos esto? Como todos los años desde hace ya 48 años, el 18 de mayo se celebra el Día Internacional de los Museos, organizado y promovido por el ICOM quien cada año presenta un tema sobre el que celebrar este importante día. Este año propone hablar de <<el futuro de los museos en comunidades en constante cambio, invitando a reimaginar el papel de los museos como conectores esenciales, innovadores y guardianes de la identidad cultural>>.
Uno de los objetivos de este centro es recuperar el pedacito o los pedacitos de Historia que tuvieron lugar hace más de 500 años en este Sitio Histórico y en ellos va implícito el tener presentes las tradiciones, la lengua, las costumbres, las creencias… lo que hoy definimos como identidad cultural. Pero presentando ese pedacito de historia desde el punto de vista del siglo XXI.
Si algún castellano del siglo XV viajara al futuro, a la actualidad, ¿el Palacio Real Testamentario sería el reflejo de la identidad cultural de su época?

Puede que en algunas cosas sí que se sienta identificado culturalmente nuestro viajero en el tiempo, pero la percepción de identidad cultural no deja de ser algo muy personal que siempre tendemos a generalizar. A la hora de hablar de identidad cultural intentamos sacar los aspectos más prevalecientes en un determinado grupo social, ese conjunto de detalles que a ese viajero en el tiempo le hagan sentirse identificado con su época, su lugar, su gente.
A pesar de los pocos vestigios originales que se conservan de la arquitectura del Palacio Real de Medina del Campo, en ellos sí que queda plasmada esa época de la Medina de labriegos y comerciantes, de cañadas y pastores, la del bullicio de las ferias, la que se llenaba de reyes, de embajadores, de cortesanos, de celebraciones, de recepciones y de extranjeros. Una construcción que plasma la austeridad de la corte de los Reyes Católicos, la sencillez y la elegancia de una arquitectura nacida del barro, sencilla, funcional, sin ornamentos, donde gran parte del protagonismo se lo llevaban los símbolos del poder.
En su interior, el centro que narra la vida de la Reina, donde siglo XV y siglo XXI se mezclan, sin pisarse, complementándose, creando un ambiente único que al visitante le invita a viajar al siglo XV y donde el viajero de aquella época, probablemente no se sienta en casa, pero tampoco en un lugar extraño. Seguro que el crujir de la madera subiendo la escalera, las imágenes y retratos de la reina, el salón del trono, la habitación y esa letra tan característica y casi inimitable de los documentos de su época, le resultarán más familiares y habituales que a muchos de los visitantes actuales.
Además, si nuestro viajero en el tiempo rebusca un poco entre las novedades del siglo XXI, se encontrará con los sonidos de ese lenguaje que forma parte de su identidad cultural, donde escuchará dictar testamento a la monarca que marcó el rumbo de aquella época. Si se inmiscuye dentro de la habitación, verá que es muy nueva para tener 500 años, pero que aún así conserva el ambiente íntimo y familiar, el brasero, el olor a cenizas, la tenue luz de las velas que deja intuir esas grandes llaves que igual cerraban grandes portones que abrían pequeños cofres y que dibujan un pequeño reclinatorio, esencia de las creencias religiosas que marcaban el día y las horas hace 500 años.

No sabemos si para nuestro castellano del siglo XV, protagonista de estas líneas, este lugar será fiel reflejo de su identidad cultural, pero lo que sí sabemos es que aquí se dan todos los ingredientes de lo que en el siglo XXI percibimos como la identidad cultural del siglo XV. Somos los últimos herederos de todo lo vivido, sentido y padecido hace 500 años y eso también se ve reflejado en nuestra identidad cultural actual.
Por David García Esteban.
Historiador del Arte, conservador y gestor cultural.