Este famoso retrato de Isabel La Católica ejecutado por Luis de Madrazo en 1848 formaba parte de un ambicioso proyecto inspirado y puesto en marcha por el propio Madrazo cuando se encontraba al frente de la dirección del Museo del Prado. Se trataba de crear en el museo una suerte de sección dentro de la pinacoteca que mostrara los diferentes soberanos de la Monarquía Hispana denominada Serie cronológica de los Reyes de España. La idea era conformar la serie con pinturas de los monarcas que estaban repartidas por las colecciones reales, aglutinarlas en El Prado y encargar a pintores contemporáneos la ejecución de pinturas de los reyes de los que no existiera ningún retrato. De tal modo es como llegamos a nuestro cuadro, será el propio ideólogo de la serie quien se encargue de la pintura de Isabel La Católica que formaría parte de este proyecto.
Madrazo muestra una reina de cuerpo entero en medio de una estancia discretamente iluminada mostrando los atributos del poder real como son la corona y el cetro que descansa sobre su hombro. Para ejecutar su busto el pintor se inspira sin ningún género de duda en el famoso retrato de Juan de Flandes de hacia 1500. La camisa blanca con figuras heráldicas que pinta Madrazo es casi idéntica a la del retrato de Juan de Flandes y de igual modo la reina aparece con el cabello recogido y cubierto por un lienzo blanco, sobre él otro lienzo transparente le cae sobre los hombros y une sus puntas en el pecho con un rico joyel con la concha y cruz de Santiago. La gran diferencia entre la Isabel de Juan de Flandes y la de Madrazo es que la de este último es mucho más joven, la pintura original muestra a una reina rondando los 50 años mientras que Luis de Madrazo opta por retratar a la soberana en los albores de su reinado. De igual manera Madrazo, cómo indicábamos arriba, opta por retratar a la monarca con corona, objeto del que carecía el retrato de Juan de Flandes.
Por último, conviene reseñar el contexto en el que es pintado este cuadro: 1848. Estamos en el reinado de Isabel II y en pleno estallido de la segunda guerra carlista que de nuevo ponía en tela de juicio la legitimidad de la reina. Es por tanto un período en el que florecen multitud de representaciones de la reina católica en infinidad de soportes tratando de vincular, como ya se habrá apreciado, a la soberana castellana con Isabel II en un momento extremadamente delicado para su reinado.