Corrían tiempos convulsos para la cristiandad en el invierno de 1380, la presencia de dos papas al frente de la Iglesia suponía una crisis sin precedentes en el mundo cristiano y se precisaba de una solución a tan peliagudo asunto.

Clemente VII (papa de Avignon), según miniatura del siglo XV. Su postura será la ganadora en la Asamblea de Medina del Campo.

El asunto comienza con la vuelta del papa a Roma. Es sabido que durante unos años la sede papal estuvo instalada en la localidad de Avignon, casi desde el comienzo de este exilio papal en la mente de los sucesores de Pedro siempre estuvo la vuelta a Roma, este regreso se hizo posible gracias a Gregorio XI en 1377. Al poco tiempo de producirse el añorado retorno a la ciudad eterna el papa muere, por lo que se convoca un conclave para designar a su sucesor. Tras largas deliberaciones el elegido es Urbano VI, no obstante, la cuestión comienza a torcerse cuando muchos cardenales acusan al nuevo papa de autoritario y denuncian las presiones a las que se han visto sometidos desde las calles de Roma para tomar partido por él. Tal es el descontento de estos cardenales que deciden abandonar Roma, celebrar un nuevo cónclave en la localidad de Fondi y elegir un nuevo papa: Clemente VII. El plan era marchar con el nuevo pontífice sobre Roma y doblegar a Urbano VI pero como habrán imaginado este plan fracasa y Clemente VII decide instalarse en Avignon. El problema está servido, la cristiandad tiene dos papas: el Papa de Roma (Urbano VI) y el papa de Avignon (Clemente VII).

Juan I de Castilla por Vicente Arbiol y Rodríguez, 1848. Bajo su reinado y a instancias suyas se celebre la Asamblea de Medina del Campo en 1380. Fuente: Museo del Prado.

Ante esta situación ambos papas comienzan a jugar sus cartas y bien conocedores de que la posición ganadora saldrá de aquel que mas apoyos logre conseguir entre los reinos cristianos comienzan a trabajar en el terreno de la diplomacia. De tal manera se tiene constancia de que a la corte del rey castellano Enrique II llegan embajadores de ambos papas con la finalidad de que el reino de Castilla reconozca de manera oficial a su representado.

Por parte de la corona de Enrique II se llega a la conclusión de operar con cautela y enviar una delegación a diferentes reinos europeos con la finalidad de obtener información fiel de la situación existente en la iglesia, así como la postura al respecto de la situación en los diferentes reinos.

Al poco el rey Enrique II muere y la complicada situación es heredada por el nuevo soberano Juan I de Castilla. El nuevo rey en medio de esta disyuntiva y sin dejar de recibir presiones por uno y otro lado decide convocar una asamblea en la que dar voz a todos los perlados e letrados de su regno¨ según las palabras del cronista Pedro López de Ayala. La citada asamblea tenía por objetivo analizar la complicada situación y por encima de todo tomar una decisión sobre la obediencia que debía tomar el reino hacia uno u otro papa. La magna reunión habría de celebrarse en Medina del Campo.

El 23 de Noviembre de 1380 se inaugura la asamblea, aunque la documentación no es clara respecto al lugar exacto donde se llevan a cabo las reuniones es muy probable que estas se realizaran en el Palacio Real de la plaza mayor de la villa habida cuenta de que al menos las sesiones inaugurales se hacen con la presencia del rey Juan I cuya residencia en Medina del Campo era el citado Palacio.

Urbano VI (papa de Roma) por J. M. Collier 1896.

Tras el discurso inaugural intervinieron los representantes de ambos pontífices dando por iniciado un vehemente debate en el que se leyó el informe (nada concluyente) de la delegación mandada por Enrique II a los reinos europeos sobre el asunto del cisma. Finalmente las sesiones se dieron por concluidas con un abrumador apoyo al papa de Avignon Clemente VII.

Sin embargo, habría que esperar meses después a esta asamblea de Medina del Campo para que el reino declarara oficialmente su obediencia al papa Clemente VII en una ceremonia solemne celebrada en la Catedral Vieja de Salamanca. En ella se declara al papa de Roma Urbano VI ¨intruso, apóstata y Anticristo y que nuestro señor el papa Clemente séptimo era el verdadero papa y vicario de Cristo¨.

Quedaba así zanjado, al menos de manera momentánea, un asunto de capital importancia para la Castilla de finales del siglo XIV y el reino tomaba partido en el Cisma de Occidente tras las acaloradas discusiones habidas en la Villa de Medina del Campo un frio invierno de 1380.

Por Felipe López Pérez

Historiador del Arte y gestor cultural.

BIBLIOGRAFÍA

 

VALDEÓN BARUQUE, Julio. Los Trastásmaras, el triunfo de una dinastía bastarda. Temas de hoy, 2001.

 

SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis. Juan I (1379-1390). Diputación de Palencia, 1994.

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