A todas luces, todo seguiría igual teniendo en cuenta que nos hallamos en una monarquía parlamentaria donde Isabel reinaría, pero sin gobernar, ya que sólo poseería el cargo de Jefa del Estado, sin ostentar el poder legislativo o el ejecutivo que actualmente están en manos del parlamento y del gobierno.

Lo que no estaría tan claro es si Isabel hubiera llegado a reinar teniendo en cuenta que su hermano mayor, Enrique IV, tuvo una hija a la que no se le permitió obtener la corona por ser, supuestamente, una hija ilegítima producto de la infidelidad de la esposa de Enrique, Juana de Portugal, con Beltrán de la Cueva. Es cierto que, en la España medieval, cuando una mujer tenía un hijo que se demostraba haber sido fruto de un adulterio, todos los hijos pasaban a ser ilegítimos y Juana tuvo un desliz bien documentado en Alaejos que dio lugar a gemelos. Pero en nuestra sociedad actual con una sencilla prueba de ADN todas las dudas hubieran sido resueltas.

Por otro lado, la enfermedad de Isabel que acabaría con su vida con 53 años, seguramente hoy hubiera sido diagnosticada gracias a las técnicas actuales y, al menos, aquellas técnicas tan arcaicas como las sangrías habrían dado paso a terapias adaptadas.