Tras la muerte de Isabel La Católica en el Palacio Real de Medina del Campo el 26 de noviembre de 1504, sus restos mortales emprenden un cortejo fúnebre camino de Granada. La reina había dictaminado que fuera la ciudad de Granada el lugar donde debía ser enterrada poniendo sólo una objeción a este dictamen: que el rey don Fernando deseara ser enterrado en otro emplazamiento, en cuyo caso ordenaba que sus restos descansaran junto a los de su esposo. El viaje a Granada estuvo repleto de dificultades, una travesía larguísima, pleno invierno, caminos embarrados, helados… y todo ello parece transmitir el óleo de Salvador Viniegra.
El féretro de la soberana cubierto de paño negro es portado por cuatro monjes cartujos acompañados de otros cuatro quizá encargados del relevo. Tras ellos parece identificarse al Cardenal Cisneros y al rey Fernando. Completando la comitiva soldados con lanzas y estandartes que, unido a los árboles, acentúan la verticalidad de la pintura. El enmarque en un paisaje invernal y un inclemente cielo gris enfatizan una visión tétrica que el momento requiere.
Por último, destacar que al fondo de la obra se vislumbran una serie de construcciones, si miramos con detenimiento y atendiendo al apunte de varios historiadores del arte alguna de ellas se puede interpretar como el perfil del medinense castillo de La Mota.