“Sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena”. Esa frase debió de tomar gran sentido en la Medina del Campo del siglo XIX, pues parece que una de las campanas que tañen en lo alto de la Colegiata y conocida con el nombre de “Santa Barbara”, debió de tentar al destino y atraer, como lo hizo la Santa según la tradición, unos fortuitos rayos. En el caso que nos ocupa, los rayos iniciaron su camino hacia la veleta de la torre en nada menos que en dos ocasiones. La primera el 13 de julio de 1838 y la segunda el 20 de agosto de 1841. Los dos rayos causaron graves daños, pero sin lugar a duda el último fue el que mayor deterioro causó, ya que sólo dejó en pie las paredes de la torre. Sus campanas y la maquinaría del reloj acabaron en el primer piso y la campana del reloj terminó en medio de la capilla mayor destruyendo parte de la bóveda que la cubría.

En conclusión, si esos rayos no hubieran dañado la torre, la imagen que hoy tendríamos de ella sería muy distinta. La estructura de hierro actual sustituyó a un modelo anterior: Un chapitel de hojadelata, escamado y en ochavo y, sobre él, una linterna a proporción del chapitel, también ochavada, y por remate una Cruz muy grande con tres bolas que disminuyen, doradas y harto grandes según el relato de López Ossorio y como describe Antonio Sánchez del Barrio en su publicación “La Plaza Mayor de Medina del Campo”.

También encontraríamos modificaciones en las figuras que aparecen rematando la torre. Si ahora podemos ver a dos maragatos que golpeaban la campana anunciando la llegada de una nueva hora, antes del incendio, lo hacían dos hombres armados esculpidos en madera y recubiertos por hojadelata.