Año de 1452, “… estando la guerra tan encendida en el reino de Navarra y ardiendo aquella tierra en disensión y contenida de partes, y teniendo el rey de Navarra al príncipe su hijo en prisión, se vino la reina doña Juana a la villa de Sos, lugar del reino de Aragón a los confines de Navarra; y a 10 del mes de marzo del mismo año parió un hijo que llamaron Hernando como al agüelo”. J. ZURITA, Anales de la Corona de Aragón. Institución Fernando el Católico, 1988.
Seguro que en el momento de su nacimiento le auguraron un gran futuro, pero no sabemos si alguien imaginó que, junto a reina Isabel, llegaría a ser intitulado rey de Castilla, de Aragón, de León, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas de Canaria e de las Indias, tierra firme del Mar Océano, condes de Barcelona, señores de Vizcaya e de Molina, duques de Atenas e de Neopatria, condes de Rosellón y Cerdaña, marqueses de Oristán e de Gociano”.
¡Ahí es nada!