De nuevo nos centramos en una obra cuyo personaje principal no es la reina Isabel, en este caso la protagonista es su madre. Tras la muerte de Juan II de Castilla, padre de Isabel la Católica, la joven infanta y su hermano pequeño Alfonso son trasladados a Árevalo en compañía de su madre y allí pasarán su infancia. En 1461 el rey Enrique IV decide que los dos pequeños han de trasladarse a la corte y con mucho pesar los jóvenes abandonan la villa avulense. No obstante, numeras crónicas nos cuentan cómo los dos pequeños aprovechaban cualquier ocasión para visitar a su madre. Es precisamente una de estas visitas las que muestra el lienzo de Peregrín Clavé.
Isabel de Portugal aparece sentada en un trono con dosel adornado con el escudo de Castilla, su cabeza parece apoyada sobre un enorme almohadón y su rostro se muestra como evadido, con la mirada perdida reflejando la demencia que sufrió al final de su vida. En su regazo se hallan sus hijos Isabel y Alfonso mostrando todo su cariño a una madre que parece estar totalmente evadida. La escena es observada por Beatriz de Bobadilla que oculta su rostro quizá para no ver la patética escena.