La pintura de marcado encuadre romántico representa una escena idealizada en la corte de la reina Isabel. La educación temprana de la futura reina se limitó más a aspectos píos, religiosos y espirituales que a los puramente intelectuales. De esto deviene la circunstancia que ya asentada en el trono de Castilla se proveyera de una excelsa cultura y una destacada corte intelectual. Por todo ello Isabel se cuidó muy mucho de dar a sus hijos la mejor educación posible.

No todos los personajes de la pintura están perfectamente identificados, pero entre ellos destaca en primer lugar la figura de la soberna cuya representación parece ser tomada del famoso retrato de Juan de Flandes. Llamando su atención con unas notas aparece una niña que bien pudiera ser una de sus hijas más pequeñas (María o Catalina). Fácilmente reconocible, tocando el órgano, se distingue al príncipe Juan de quien destacan las crónicas su gran afición musical.

Son muchas las referencia escritas que nos hablan de la afición de la reina a la aguja, labores que heredó de su madre y que probablemente transmitió a sus hijas. De ahí que represente a alguna de ellas bordando. Es posible que se traten de las infantas Isabel o Juana.

La obra se debe a Isidoro Lozano, fue presentada a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1864 y adquirida por el gobierno para el Museo del Prado.

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