Isabel I de Castilla representada en el cuadro llamado la Virgen de la mosca (fragmento del cuadro) donde muestra un libro devocional sin identificar. (sacristía de la colegiata de Toro). Hacia 1520.

Cuando pensamos en cuáles eran las joyas de la Reina nos podemos imaginar sus coronas o sus collares de balajes, sin embargo, las principales joyas se escondían entre sus libros.

El carácter itinerante de la corte de los Reyes Católicos pudo motivar que Isabel no dispusiera de una biblioteca física al encontrarse sus colecciones dispersas por el reino.  Sin embargo, disponía de un rico y variado ajuar personal donde destacaban sesenta y dos libros devocionales y de culto. Concretamente, treinta y tres Devocionarios, catorce Libros de Horas, seis Diurnales, cinco Breviarios, tres Salterios, tres Biblias y un Misal. Un número nada desdeñable que nos habla de su gusto por este tipo de lecturas de gran factura y suntuosidad.

Cada uno de esos códices cumplía una misión concreta, siendo muy distinta la lectura de un Devocionario católico, que presentaba oraciones, novenas, triduos y otras devociones junto a cuentos y poesías religiosas, de un Libro de Horas que no dejaba de ser más que un resumen visual de un breviario elaborado y pensado para los laicos que se desarrolló a finales de la época medieval para la devoción privada. El Breviario, en cambio, resulta de tan compleja lectura que no estaba ideado para profanos, pero gran difusión de los Libros de Horas entre todas las clases sociales favoreció que las clases más altas ambicionaran distinguirse del resto por el uso y pertenencia de estos códices.

Libro de Horas de Isabel la Católica. Hacia 1450. creado por el flamenco Willem Vrelent, uno de los iluminadores más importantes de la época.

Los Libros de Horas representan en sí mismos una auténtica joya, no sólo por el valor espiritual que para su propietario pudieran tener, si no por el alto valor económico que alcanzaban gracias a sus exquisitos miniados elaborados por grandes maestros iluminadores (generalmente grandes pintores flamencos) y personalizados para el comprador a través de la representación de la vida de Cristo, la Virgen María o los Santos según sus preferencias.

Gracias a esta personalización cada Libro de Horas de la Reina se convierte en un objeto único adaptado a sus gustos personales donde las imágenes se vuelven el apoyo de su reflexión y del esfuerzo por establecer un contacto personal con Dios y con los santos a los que veneraba.

A estos libros personales habría que unir aquellos que Isabel regaló en vida. Y es que esta reina, que nació un Jueves Santo, también gustaba de regalar obras de arte devocional, especialmente a sus hijas, a las que dotó de una gran colección de libros con el fin de ayudarles a mantener, en su nueva vida fuera del reino, el ambiente humanístico y religioso que predominaba en la Corte castellana. A modo de ejemplo podemos citar que a Isabel, su hija mayor, en 1484 se le compraron entre otros libros, dos Libros de Horas. Según el estudio de Elisa Ruíz García, María recibió dos Breviarios encuadernados lujosamente junto con otra veintena de libros de carácter muy profundo pues escogió a María como la receptora de algunos de sus libros más preciados. Ajuar que intentó incrementar haciéndole llegar otro envío con siete libros de similar naturaleza (cuatro Devocionarios, un Diurna, un Misal y un Breviario impreso), pero desgraciadamente su muerte en 1504 impidió que llegaran a manos de su hija.

Isabel también entregó a su hija María uno de sus libros devocionales más íntimos y personales. Un Devocionario que había sido utilizado por la Reina cada mañana en sus rezos y que debía leerse tras levantarse y asearse según consejo de Fray Hernando de Talavera. El carácter más personal se encontraba en su interior, ya que en una de sus páginas tenía anotado el nacimiento de cada uno de sus hijos. Tradición que se mantuvo en la corte para otorgar una “cierta protección divina” a los descendientes regios.

Libro de Horas de Isabel La Católica. Escudo real con armas de la casa de Aragón y Enríquez. Aunque ha sido reencuadernado se puede apreciar la decoración con aplicaciones de oro calado, cincelado y esmaltado, cortes dorados y cincelados. PR. Real Biblioteca.

Aunque algunos de los códices fueron adquiridos directamente por la Reina, gran parte de ellos llegaron a sus manos como regalo. Un ejemplo lo encontramos en el Libro de Horas con las Armas de Aragón y Enríquez, regalo de bodas de la ciudad de Zaragoza a la Reina Isabel la Católica que coloquialmente se le denomina Libro de Horas de Isabel la Católica y de Doña Juana la Loca cuya propiedad inicial se le atribuye a la madre de Fernando el Católico al contener diferentes santos con una mayor devoción en Aragón o los blasones de Aragón y Enríquez.

También destaca el Breviario que le regaló el embajador Francisco de Rojas con el fin de conmemorar el doble enlace de los hijos de los Reyes Católicos, Juan y Juana, con los del emperador Maximiliano, Margarita y Felipe el Hermoso. Breviario viajero que acabó siendo expuesto en el British Museum tras ser adquirido por 3.000 libras.

Tras la muerte de Isabel de Trastámara, la colección de libros de la casa de Castilla se fue dispersando por Granada, Segovia, Toledo o por los diferentes reinos donde sus descendientes gobernaron, además, las descripciones genéricas que se hacían de ellos en los inventariados dificultan su identificación. Seguro que alguna de estas joyas espera impacientemente a ser descubierta.

Por Eva María Quevedo Nieto.

Directora de proyectos y gestora cultural.

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Breviario de Isabel la Católica. Detalle de una de sus páginas.

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