La gran Reina Isabel yace muerta en su Palacio de Medina del Campo, pero a apenas unos metros, en la gran Plaza Mayor de la Villa de las Ferias, se produce un acto con tremenda carga simbólica y que preludia un clima de tensión y confrontación política en el que se sumirá Castilla en los próximos años.
26 de noviembre del año de Nuestro Señor de 1504, medio día. Día gélido en la plaza mayor de Medina del Campo, reino de Castilla. El rey Don Fernando sale de las Casas Reales de la Acera del Potrillo portando en sus sienes la corona de Castilla, lo hará por última vez. Su esposa la Reina Isabel acaba de fallecer. Fernando ha mandado levantar un estrado y allí públicamente se despoja de la corona, acto seguido ordena a Don Fadrique Álvarez de Toledo (segundo Duque de Alba) que alce el Pendón Real por tres veces por la nueva reina: Doña Juana. Así lo relata Pedro Martir de Anglería, testigo de los acontecimientos: el mismo día en que la reina ha sido arrebata de la tierra, se ha levantado en la gran plaza del mercado de esta población un espacioso estrado, donde públicamente el rey en persona se despojó del nombre de rey de Castilla y proclamó por medio de pregones y heraldos que se tuvieran por reyes a su hija y a su yerno, ausentes por voluntad propia. Reteniendo él, conforme a las disposiciones de su esposa la reina, tan solo el título de regente.
Este sencillo acto contenía una gran significación. En primer lugar, deja a las claras que Fernando había sido rey de Castilla en tanto en cuanto había sido el esposo de Isabel, muerta la reina Fernando ya no era el soberano de Castilla.
En segundo lugar, confirmaba la sucesión dinástica en Doña Juana, no había lugar a dudas, minutos después la muerte de Isabel este acto suponía una coronación de facto de Juana como nueva reina atendiendo al dicho monárquico: la reina ha muerto, viva la reina.
Y por último, llama la atención el final del relato de Pedro Martir de Anglería. Indica el cronista que ya en este acto Fernando se intitula regente del reino, legalmente no podía seguir siendo rey pero si gobernador basándose en el propio testamento de Isabel. En él la reina confirmaba a su hija Juana heredera e sucesora legítima de los dichos mis regnos e tierras e señoríos. La qual luego que Dios me lleuare se yntitule de reyna. Hasta aquí todo parecía claro, muerta Isabel su hija Juana reinará en Castilla. Pero Isabel a continuación había abierto una cláusula en su testamento intentando solucionar el problema que podía ocasionar una supuesta incapacidad para el gobierno de Juana e intentando cerrar el camino al poder a su yerno Felipe. En esta cláusula Isabel dice que si al tiempo que Nuestro Señor desta vida presente me lleuare, la dicha princesa, mi hija, no esté en estos mis reynos, o después que a ellos veniere en algund tiempo aya de yr e estar fuera dellos, o estando en ellos no quiera, o no pueda, entender en la gouernaçion […] en qualquiera de los dichos casos el rey mi señor devía regir e gobernar e administrar los dichos mis reynos e señorios por la dicha princesa mi hija. Por tanto, Isabel había fallecido, Juana era la nueva reina pero no está en estas tierras, a Fernando le toca asumir la gobernación de Castilla y por ello en el acto de la plaza mayor de Medina del Campo se quiere dejar constancia clara de esta circunstancia. No obstante, esta cláusula lejos de aclarar las cosas supuso el inicio una inestabilidad política en Castilla que perdurará hasta la Guerra de las Comunidades. El motivo es claro, cómo entender que Juana no quiera o no pueda entender en la gouernacion, ¿quién es el encargado de dictaminar si Juana quiere o no quiere gobernar? o más complejo aún, ¿quién es el encargado de decidir si puede o no puede gobernar?
En definitiva, minutos después de la muerte de Isabel, Medina del Campo era el escenario de otro hecho fundamental para el devenir de la historia de los reinos hispanos. La reina había dejado este mundo pero su esposo Fernando no quería dejar el gobierno efectivo de Castilla, la confrontación con su yerno Felipe estaba servida, el aragonés tenía de su mano la citada cláusula del testamento de Isabel pero el flamenco no pretendía ponérselo fácil sabedor que la voluntad de muchos nobles fieles hasta ahora a sus Católicas Majestades podían mudar fácilmente ansiosos por posicionarse en el mejor bando de cara a la nueva confrontación que se avecinaba en Castilla.
Por Felipe López Pérez
Historiador del Arte y gestor cultural.
Bibliografía:
ZALAMA RODRÍGUEZ, Miguel Ángel. Juana I. Arte, poder y cultura en torno a una reina que no gobernó. Centro de Estudios Europa Hispánica (CEEH), 2010.
DOMÍNGUEZ CASAS, Rafael. La Casa Real de Medina del Campo (Valladolid), residencia de los Reyes Católicos. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Num. 78. 1994