Seguro que muchos de vosotros a estas alturas de diciembre ya os habéis dado algún que otro “banquete” previo al gran festín de tenemos por costumbre darnos en estos días. Pero ¿cómo serían estos festines con los que los reyes agasajaban a sus invitados en palacio?

Nos vamos de banquete en el Palacio ¿nos acompañáis? ¡Empezamos!

Como en todas las casas hay dos focos principales a la hora de hablar de un banquete o cena especial: la cocina y el comedor. Y de que ambas zonas bailaran al mismo ritmo se encargaba el Mayordomo Mayor. Un puesto relevante dentro de la corte al que no todo el mundo tenía acceso, puesto que era un cargo que exigía lealtad y confianza por parte de los reyes. Tenía bajo su responsabilidad a muchos otros sirvientes, a los que coordinaba en cada uno de sus puestos.

Vamos a ver más en detalle como funcionaban estas dos zonas en palacio.

¿Quién se encargaba de los preparativos?

Todo empieza en los almacenes donde el Despensero Mayor se encargaba de hacer acopio de provisiones, tanto de alimentos, como de otros utensilios necesarios en cocinas. También se encargaba de su custodia. Para todo esto se ayudaba de otros despenseros que tenía a su cargo y del veedor de palacio que era el encargado de comprar, a buen precio, todo lo necesario.

Una vez lista la materia prima, era el turno del Cocinero Mayor y sus pinches, quienes se encargaban de elaborar los platos encargados. Los alimentos llegaban directamente de la despensa a cocinas y, antes de empezar su elaboración, se le hacía la Salva al cocinero. Tras esta, empezaba el baile en cocinas: carnes, pescados, verduras y hortalizas eran aderezados, guisados, asados, cocidos… con un sinfín de especias.

Las cocinas solían ser amplias, estaban bien equipadas y limpias, pero sobre todo era un lugar seguro. Estaban bien custodiadas por los Porteros de Cocina, personal de confianza que sólo permitían el acceso al personal imprescindible. Se cocinaba a puerta cerrada, disponiendo únicamente el Cocinero Mayor de las llaves.

Mientras tanto el personal encargado del servicio de mesa empezaba a montar y preparar las mesas, puesto que en aquella época no existía un comedor como tal, sino que los salones de palacio eran polivalentes, el comedor era algo temporal que se montaba y desmontaba a cada servicio.

De todo lo que ocurría en el comedor se encargaba el Maestresala, quien tenía a su disposición a varios sirvientes. Entre ellos los reposteros de estrados y mesas quienes comenzaban a montar las mesas, las sillas, los bancos, el estrado principal para los monarcas cubierto por un dosel, etc. Se encargaban también de la puesta en escena del espacio colocando alfombras, cojines, doseles, tapices… Una vez que éstos habían finalizado, llegaba el turno de los reposteros de plata, quienes velaban, mantenían, organizaban, preparaban y disponían la vajilla que se utilizaba en cada servicio siguiendo el protocolo marcado por el maestresala. También se encargaban de realizar la salva a los cubiertos que se iban a utilizar, cuchillos y cucharas principalmente, frotándolos en un trozo de pan.

Además del protocolo en el servicio y la coordinación a la hora de la comida, el maestresala también era el encargado de hacer la Salva, es decir, de probar los alimentos antes de que llegaran al plato de la reina para comprobar que estuvieran en buen estado y así evitar enfermedades e incluso envenenamientos.

¡A COMER!

Una vez todo preparado, siguiendo el protocolo habitual, se sentaban los reyes en el centro de la mesa, sobre el estrado especialmente preparado para ellos. El resto de los comensales se disponían a continuación. Entre mayor rango tenían, más cerca de los monarcas se sentaban, aunque por muy lejos que estuvieran, ser convidados a acompañar a los reyes en un banquete oficial ya era un gran honor.

Tras las oraciones de agradecimientos dirigidas por un alto cargo eclesiástico sentado en la mesa se daba inicio al festín.

Un sinfín de platos de todas las características empezaban a salir de las cocinas en desfile, escoltados por el maestresala, preparados por el Trinchante, que se encargaba de cortar en pequeños trozos la carne, un bocado que se llevaban a la boca con ayuda de un cuchillo o de las propias manos. Hay que tener en cuenta que hasta el siglo XVII no se introduce el tenedor en las mesas cortesanas. Muchas veces la carne era servida sobre rebanadas de pan, previamente servido por el Panadero Mayor.

¿Qué se comía en los banquetes de palacio?

Os dejamos por aquí el enlace a otro artículo donde tratamos este tema “Y la reina ¿qué comía?”, pero la abundancia, exuberancia, calidad, cantidad y variedad de los alimentos era importante, era una exhibición de poder. La manera de preparar los platos era también muy variada, la mezcla de sabores y los contrastes agridulces producidos por la excesiva utilización de especies llamaría la atención a nuestros paladares, en la actualidad menos acostumbrados a estos sabores.

No puede haber un buen banquete sin un buen vino. Bueno, en el caso de la reina Isabel, nos aparece reflejado en varios documentos su desapego por estos ricos y cotizados caldos castellanos. Tanto para ella, como para el resto de los comensales era imprescindible el servicio del Copero Mayor, acompañado de sus coperos para el servicio del agua, a los que se añadía el bodeguero para la elección, cata y custodia del vino de la bodega a la mesa. Se tenía especial cuidado a las copas de los monarcas, siempre vigiladas y custodiadas.

“Ha de tener para la copa é la mejor agua que haya en la tierra é comarca donde la Corte se hallare  […]”.

Gonzalo Fernández de Oviedo

Libro de la Cámara Real del príncipe don Juan (1548)

Tras el banquete se solía realizar un nuevo rezo de agradecimiento y en ocasiones especiales comenzaba la sobremesa acompañados de música y bailes con sus estrictos protocolos.

Era ahora el turno de otro banquete, el del servicio, con su correspondiente protocolo y jerarquía, que se retiraba a degustar las sobras del banquete de sus señores.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, tenemos claro que, aunque todo estaba protocolariamente medido, organizar un gran banquete en palacio no era tarea sencilla. Además de la coordinación de personal y de la seguridad, era muy importante para los monarcas el mensaje que querían transmitir con cada banquete. Un festín de estas características no dejaba de ser propaganda política, por lo que todo estaba muy medido, desde la colocación de los invitados, hasta los platos que se servían, sin dejar de lado los vinos, la música y las danzas.

Por David García Esteban.

Historiador del Arte, conservador y gestor cultural.

BIBLIOGRAFÍA:

DOMÍNGUEZ CASAS, Rafael. Arte y etiqueta de los Reyes Católicos. Artistas, residencias, jardines y bosques. Editorial Alpuerto. 1993.

DOMÍNGUEZ CASAS, Rafael. La Casa Real de Medina del Campo (Valladolid), residencia de los Reyes Católicos. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Num. 78. 1994.

FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Gonzalo. Libro de la Cámara Real del Príncipe Don Juan, Oficios de su Casa y Servicio Ordinario (1548). Parnaseo (2006).