Quizás una de las fechas clave en la vida de la reina Isabel es el 12 de octubre, marcó un punto de inflexión en dos momentos de su vida: en 1492 cuando su reino de Castilla empieza a expandirse al otro lado del océano con la llegada de Colón a las Indias y en 1504, cuando enferma, recluida en sus aposentos del Palacio Real de Medina del Campo, firma su testamento. Documento ya importante en el momento de su firma, pero que con el paso del tiempo ha ido adquiriendo un valor histórico muy relevante por todo su contenido.
El testamento de la reina Isabel, al igual que los de otros personajes históricos, no sólo es un documento legal, sino que va más allá reflejando el momento histórico en el que vivió, un momento de grandes cambios sociales, políticos y culturales. Un documento que no sólo afectó a sus reinos de Castilla y de León, sino que fue más allá de sus fronteras.
A continuación, vamos a intentar encontrar los diferentes aspectos que hacen que este documento haya tenido y tenga un valor histórico tan relevante después de más de 500 años.
LOS REINOS DE CASTILLA Y DE LEÓN
Juana I de Castilla según detalle del Tríptico de Zierikzee (Musée Royaux des Beaux-Arts de Bruxelles, Belgique). Fechado hacia 1505 nos muestra a la nueva reina de Castilla sólo un año después de la muerte de su madre.
Castilla fue la gran preocupación de Isabel desde antes de tomar posesión del trono y eso se refleja también en el testamento, en el que dedica varios capítulos (capítulos 23, 24, 25, 27 y 34) a un tema crucial para el futuro de sus reinos: el de la sucesión. Declara heredera universal a Juana y deja claro que, en ausencia o incapacidad de esta para reinar, hiciera regencia su esposo Fernando de Aragón y no su yerno el archiduque de Austria, Felipe de Habsburgo, “el Hermoso”. Blindando de esta manera sus reinos y velando por ellos dejando al archiduque fuera del gobierno, con la intención de asegurar una buena gestión en todas sus posesiones. Pero no se queda ahí, sino que también deja bien clara la línea de sucesión a seguir tras el reinado de su hija Juana, poniendo en primer lugar a su nieto Carlos, seguido por sus descendientes, o por su hermano Fernando en el caso de no tener descendencia legítima.
Pide a sus sucesores una buena gestión de sus reinos, que mantengan la paz, que conserven el patrimonio de la corona, que velen por el bienestar de todos los ciudadanos y que impartan justicia a todos por igual. También les pide que todo provecho que salga de las Islas Canarias y otras tierras conquistadas llegue directamente a Castilla (capítulo 26).
INTERNACIONAL
Al declarar a Juana su heredera, coloca a sus reinos de Castilla y de León en una posición de poder privilegiada en la Europa de aquel momento. Gracias a la política internacional de los Reyes Católicos, por la que casaron a sus hijos, Juan y Juana, con los hijos del emperador Maximiliano I (Margarita y Felipe), las coronas de Castilla y Aragón quedan ligadas al archiducado de Austria y la casa Habsburgo y, con ello, al gran poder que poseían en Europa gracias al Sacro Imperio Romano Germánico. Todo esto influiría mucho en la política exterior de un futuro no muy lejano.
La reina reafirma en el testamento lo que ya había dejado claro durante su reinado, pidiendo a sus sucesores que continúen con la conquista de tierras en las Indias y en África. También pide a sus sucesores “que siempre tengan en la Corona y patrimonio real dellos la dicha cibdad de Gibraltar” (capítulo 17).
CULTURAL Y RELIGIOSO
«En el nombre de Dios todo poderoso, Padre e fijo e Spíritu Sancto, tres personas evna essençia divinal, Creador e Gouernador vniuersal del çielo e de la tierra e de todas las cosas visibles e ynuisibles”.
Ya en el inicio del documento la reina hace entrega de su alma a Dios, le agradece el buen trato recibido y suplica piedad. Continúa mostrando su carácter religioso, austero y caritativo al dar detalles de su enterramiento, donde especifica que quiere ser enterrada con el hábito franciscano, que sus exequias sean austeras, que no haya mucho gasto y que todo el gasto previsto se de a los pobres. También deja 20.000 misas pagadas por su alma (capítulos 2, 3, 4 y 5).
Vuelve a hacer gala de su caridad encargando rescatar a 200 cautivos en poder de infieles, entregando limosnas para misas, finalizar obras y adquirir piezas artísticas devocionales (capítulos 9 y 10).
También recuerda a sus sucesores que, como católicos, tienen la obligación de velar por la fe y seguir las doctrinas de la iglesia, que no cesen en la lucha contra los infieles y que favorezcan a la Santa Inquisición (capítulo 28). Hay que tener en cuenta que su apuesta por la conquista de nuevas tierras en América y África, además de un objetivo económico y político, su fin también era el de luchar contra el infiel y evangelizar, ganando así adeptos a la religión católica.
SOCIAL
Otro aspecto de gran valor histórico que presenta el testamento es la visión que nos da de la sociedad de aquella época, un momento de cambio donde el Renacimiento entraba con fuerza. Ya en el capítulo 7 habla de la situación desfavorable de la mujer frente al hombre cuando dispone dos millones de maravedís para que algunas de las doncellas pobres del reino pudieran componer su dote para casarse o para entrar en algún convento.
Más adelante (capítulos 12, 13 y 16) confirma y retira privilegios y mercedes a la nobleza y no se olvida del pueblo llano, para el que pide a sus sucesores que cobren y recauden impuestos justamente, sin asfixiar al pueblo (capítulo 30).
PERSONAL
Podemos decir que gran parte de este documento es de carácter político, era la reina de Castilla, pero no dejaba de ser una persona que afrontaba los últimos días de su vida, por lo que también aborda en diferentes momentos del documento temas más personales y de carácter más privado.
En el testamento hay alusiones y encargos para varios miembros de la familia. Además de Juana y Felipe, dedica capítulos a su esposo, Fernando de Aragón (capítulos 29 y 31), en los que marca su confianza en él pidiendo a sus sucesores que tengan en cuenta sus consejos y le obedezcan. También a sus hijas María y Catalina (capítulos 20, 22 y 39) por las que se preocupa que reciban toda la dote prometida. No olvida a su nieto Fernando (capítulo 33), al que le deja una manutención hasta que se «acabe de criar» y recuerda a sus hijos ya fallecidos, María y Juan (capítulos 40 y 41). También refleja su preocupación por dejar en buena posición a sus mejores servidores (capítulo 32) y a sus fieles amigos, destacando Beatriz de Bobadilla, dama de compañía, consejera y amiga de la reina Isabel desde que ésta era tan sólo una niña, y su esposo, Andrés Cabrera, tesorero y Alcaide del Alcázar de Segovia. Fueron grandes amigos de la reina a la que mostraron su lealtad en muchas ocasiones y ella les demostró su agradecimiento otorgándoles grandes privilegios y dedicándoles el 14º capítulo de su testamento, uno de los más extensos del documento.
Por otro lado, dedica varios capítulos a sus bienes personales y su colección de reliquias que cede a la catedral de Granada, aunque hay una, la de “la saya de Nuestro Sennor”, de la que habla expresamente en el capítulo 35 y de la que dice que quiere que sea llevada a al “monasterio de Sanct Antonio de la çibdad de Segouia”. En los siglos XIV y XV circulaban por Europa varias reliquias de la saya de Cristo y, una de ellas, fue a parar a manos de la propia reina, quien la menciona en este capítulo de su testamento. Parece ser que esta importante reliquia se encuentra guardada en un pequeño estuche de oro, a modo de colgante. Vuelve a hacer mención a sus bienes personales para los que provee que unos sean llevados a Granada, otros sean donados a iglesias, hospitales, pobres e incluso a alguno de sus criados (capítulos 36 y 38) y otros como dinero, ropas y otros objetos personales se utilicen para hacer frente a todos los gastos que había dispuesto en el testamento (capítulo 43).
Sin entrar a valorar el codicilio o codicilo (documento anexo al testamento al cual modifica y completa, que firmó unas semanas más tarde) el valor histórico del testamento de la reina Isabel no radica sólo en un aspecto personal, sino que como hemos podido ver va más allá y abarca también aspectos políticos, culturales, religiosos y dinásticos que se mantuvieron vigentes en momentos históricos posteriores y que nos dan una valiosa información de quién fue la reina y de la época en la que vivió.
Por David García Esteban.
Historiador del Arte, conservador y gestor cultural.


