Desde luego que no. Medina es la “Villa de las Ferias” gracias a su ubicación estratégica donde se cruzaba la cañada de Salamanca y el viejo camino de Ávila que fueron atrayendo a población venida del norte de España, a diferentes órdenes religiosas y, especialmente, a la casa real que ubicó su palacio en la Plaza Mayor. Plaza Mayor que sirvió de modelo a otras plazas y donde se establecían los diferentes puestos comerciales. De ahí su gran tamaño.  

Si al principio, cualquier foráneo podría encontrar una amplia amalgama de diferentes puestos comerciales localizados sin orden alguno, gracias a Don Fernando de Antequera y Doña Leonor de Alburquerque, hermano y cuñada de Enrique III de Castilla y abuelos de Fernando el Católico, la ordenación del espacio comercial pasa a ser un hecho. Estas pasaron a tener fama internacional con el apoyo de los Reyes Católicos al elevarlas a Ferias Generales del Reino.

Todo en Medina tiene que ver de forma directa o indirecta con ese auge comercial: el Castillo de la Mota o la ubicación y tamaño de la Plaza Mayor. 

En suma, sin sus ferias, Medina no hubiera visto un desarrollo económico, político y social tan importante, no encontraríamos el rico patrimonio actual como el Castillo de la Mota, las Reales Carnicerías, el Museo de las Ferias, sus majestuosas iglesias, sus impresionantes tallas, sus palacios, su importante Semana Santa, sus tradiciones y, sobre todo, el carácter de sus gentes. 

Como juego, te proponemos que visites la Colegiata de San Antolín y busques tres elementos relacionados directamente con las ferias. Uno lo encontrarás en la fachada, otro en la torre y el último en el interior. 

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