La pintura a la que nos acercamos narra un curioso suceso en la vida de la reina Católica. Una vez asentada en el trono de Castilla, Isabel durante una visita a la ciudad de Burgos supuestamente decide jurar lealtad al reino ante la tumba de su padre Juan II. Llegada a la Cartuja de Miraflores donde descansaban los restos mortales de su padre y ante la imposibilidad de entrar en la clausura los cartujos deciden sacar el ataúd de Juan II a la presencia de la soberna. Decíamos supuestamente porque no existe ninguna referencia a este acto en las crónicas de la época. Por ejemplo, Hernando el Pulgar, cronista oficial de los Reyes Católicos deja constancia documental en sus crónicas de este viaje a Burgos de 1483 y no menciona este acto. Deducimos que resultaría del todo imposible que de haberse producido algo tan simbólico y reseñable el cronista lo hubiera obviado.
La primera ocasión en la que aparece narrado este episodio es unos años antes de que Luis Álvarez Catalá lo pintara y es fácil enmarcarlo en la convulsa vida política de la época. Estamos hablando del reinado de Isabel II, con los carlistas poniendo en duda su legitimidad por lo que no pocos intelectuales, políticos y artistas trataron de apoyar la causa de la reina buscando paralelismos con la reina católica.
En el lienzo, el grupo principal se sitúa en el fondo de la composición donde podemos ver a la reina en actitud solemne poniendo la mano sobre el cadáver de su padre, a su izquierda aparecen su hija Isabel junto a su tutora, observándose a la derecha un grupo de monjes cartujos. Enmarcándose todo el conjunto en la bella arquitectura de la cartuja. Toda la solemnidad y ceremonia puesta en este caso al servicio y la causa de otra soberana: Isabel II.